
Nota de Revista Sudestada.
EL PIBE QUE BANCÓ A SUS COMPAÑEROS
(Una historia de conscriptos en la Guerra de #Malvinas)
Oscar, el que vende golosinas en los colectivos, el que trabaja de remisero. Ese es Oscar. El que arrinconado por la tristeza y los fantasmas de la soledad, una noche intentó matarse. Esa noche las sombras lo emboscaron, y por un rato volvió a aquella guerra, a esas Islas. Al recuerdo agridulce de sus compañeros y su sonrisa joven, conscriptos como él, pibes mal armados con hambre y frío de trinchera, maltratados por los oficiales, obligados a enfrentar a un ejército profesional, el inglés.
Oscar, el hijo de Ismael, puestero en la Estancia «Santa Catalina», en Mercedes (provincia de Buenos Aires) y de María Esther, que se ocupaba de la chacra y del cuidado de las gallinas. Allí creció Oscar, allí aprendió a montar los caballos en pelo, a diferenciar sus pelajes, a hacerlos galopar como el viento o a caracolear cuando llegaba a la Escuela y se acercaba al palenque. No, no aprendió a leer y a escribir allí, tuvo que dejar la escuela para trabajar en la cosecha de maíz, pero aprendió otras cosas: a jugarse por sus amigos, a no perder la calma en las dificultades, a abrazarse a la esperanza.
Oscar, el que a los 20 años, rodeado por sus compañeros y por el viento gélido de Malvinas, bajo la balacera del enemigo en el Cerro Dos Hermanas, sin chance de escapar, les gritó esa mañana en Malvinas: «Váyanse ustedes, que tienen hijos. Yo me quedo”. Y se quedo nomás Oscar, con una ametralladora, solo contra los ingleses. Bancando la retirada de sus compañeros, tan jóvenes como él. Así, de ese modo, bien refugiado, impidió el avance de todo el dispositivo ofensivo británico durante más de diez horas. Diez horas bancó Oscar con su ametralladora. Estaba herido, pero eligió quedarse. Y después zafó, logró abrazarse a la esperanza y se escapó del cerco. Cuando regresó, dos días después, agotado, sus amigos ya lo daban por muerto.
Después, llegó la derrota y los compañeros que nunca volvieron, las medallas, las condecoraciones, el silencio. El más profundo silencio. La soledad, la tristeza, la oscuridad. Las changas de vendedor ambulante, el olvido de un país, el laburo de remisero, las pesadillas cada noche, los rostros compañeros.
Esta es la historia de Oscar Ismael Poltronieri, el pibe de Malvinas.
Nota de #RevistaSudestada
La foto es gentileza de su hermana Monica Katty Cisneros.-
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