19 de octubre de 2025

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‘Barbie’: el trabajo soñado de Greta Gerwig

Mattel quería un éxito taquillero para empezar a construir su universo cinematográfico. La directora quería indagar en la influencia que esta muñeca ha tenido en lo que significa ser mujer.

En el momento en que Greta Gerwig supo con certeza que podía hacer una película sobre Barbie, la muñeca más famosa y controvertida de la historia, estaba pensando en la muerte. Había estado leyendo sobre Ruth Handler, la temeraria mujer de negocios judía que creó la muñeca y que, décadas más tarde, se sometió a dos mastectomías. Handler dio a luz a este juguete con sus infames senos y la figura que se convirtió en un avatar perdurable de perfección plástica, mientras estaba atrapada, como todos nosotros, en un cuerpo humano frágil y defectuoso. Este pensamiento despertó algo en Gerwig. Se imaginó a una Barbie alegre tropezando con una mujer moribunda en su zona para hacer parrillas. Entonces Gerwig siguió adelante. Era el comienzo de la pandemia. Tal vez nadie volvería a ir al cine. Tal vez nadie nunca vería en qué estaba trabajando. ¿Por qué no arriesgarse a lo grande?

¿Por qué la película no podía comenzar con un riff metodológicamente fiel a la apertura de 2001: Una odisea del espacio de Stanley Kubrick, con niñas pequeñas golpeando sus cabezas de muñecas insípidas después de contemplar la revelación de lo que es Barbie? ¿Por qué Barbielandia no podía estar llena de Barbies y Kens pero libre de viento, excepto cuando hace lucir bien el cabello de las muñecas? ¿Por qué Barbie no podía ser abrumada por pensamientos incontenibles de muerte en medio de un número de baile coreografiado? ¿Por qué no podría haber un ballet de ensueño inspirado en los musicales de la década de 1950 y una broma recurrente sobre la letra de una canción de Matchbox 20? ¿Por qué Gerwig no podía amar a Barbie y criticar a Barbie y tratar de hacer que la gente sintiera algo nuevo sobre un objeto que ha estado haciendo que la gente sienta cosas durante casi 65 años? ¿Por qué no podía hacer una película que deleitara a los guardianes corporativos protectores de Barbie en Mattel, a la gente de Warner Brothers que financió la producción de aproximadamente 145 millones de dólares, a quienes odian a Barbie, a quienes adoran a Barbie y también a ella misma?

“Hay un momento en la película en el que los Kens están montando caballos invisibles desde su batalla en la playa hasta las Mojo Dojo Casa Houses”, me dijo Gerwig —una Mojo Dojo Casa House es como una Casa de los Sueños de Barbie, pero para Kens— “y me pregunto lo mismo, una y otra vez: ¿Por qué nos dejaron hacer esto?”. Era finales de mayo, cuando faltaban menos de dos meses para el estreno del filme, y Gerwig dedicaba largas horas a los últimos toques, viajando entre las instalaciones de posproducción en Manhattan. Sin embargo, el hecho mismo de la existencia de la película continuaba desconcertándola y deleitándola. ¿Por qué la dejaron hacer esto?

Esas preguntas hacen que Gerwig se ponga nerviosa. Ha estado pensando en Barbie, sin parar, durante años. Pero hacía tiempo que no hablaba de eso con nadie que no estuviera inmerso en el proyecto. De repente, al final de un largo día, le pidieron que justificara la fascinación que se apoderó de ella en el momento en que Margot Robbie, que también es una de las productoras de la película, le preguntó sobre la escritura del guión, que haría con su pareja, Noah Baumbach. “Pensaba: los humanos son las personas que hacen a las muñecas y luego se enojan con las muñecas”, explicó Gerwig. “Las creamos y luego ellas nos crean y nosotros las recreamos y ellas nos recrean. Estamos en constante conversación con objetos inanimados”.

Greta Gerwig en el set de <em>Barbie</em> con Margot Robbie y Ryan Gosling.
Credit…Jaap Buitendijk.
Ella quería participar en esa conversación. Sí, Barbie es un juguete polarizante y un jugoso trozo de propiedad intelectual, pero Gerwig saltó directamente a lo que Barbie también es: un símbolo potente, complicado y contradictorio que se encuentra en el centro de una discusión de décadas, y que aún sigue vigente, sobre cómo ser una mujer. Si hay un tipo de seriedad que alguna vez habría impedido que un director se “vendiera”, es la misma seriedad que ahora les impide pensar en esa noción en absoluto. (¿Qué es Barbie sino una superheroína con tacones, más vieja que Spider-Man y Iron Man?) En vez de apuntar a un producto que podría calificar como algo “relativamente considerado, para una película de Barbie”, Gerwig se dedicó a enhebrar una trama con una aguja más fina que las pestañas pintadas en la cara de la muñeca. La película es una celebración de Barbie y una defensa subterránea de Barbie. Es una empresa corporativa gigante y un proyecto personal extraño y divertido. Es un extravagante fiesta de polímero rosa jubiloso, despiadadamente efectiva, cuya estrella resulta ser la propia sinceridad de Gerwig. “Puede ser ambas cosas”, dijo. “Estoy haciendo la cosa y subvirtiendo la cosa”.

A Gerwig, que cumple 40 años este verano, le encantaba tanto jugar con muñecas que lo hizo hasta los 14 años. En retrospectiva, pareciera ser el comportamiento típico de una futura directora, pero en ese momento sintió que era “demasiado tarde, la gente ya estaba bebiendo en las fiestas”. Algunas de sus muñecas eran Barbies. Puede recordarse, cuando era una niña, de pie en una tienda de juguetes, contemplando una exhibición de Barbies en sus cajas realmente grandes, usando sus vestidos realmente grandes, su cabello realmente grande en forma de abanico para resaltar el máximo glamour, y ha intentado aferrarse a esa sensación de no haber visto nunca nada más hermoso. Mientras preparaba la película, su equipo creativo consideró cientos de tonos de rosa, pero Gerwig llegó un día convencida de que se habían dejado llevar por su sensibilidad adulta: el rosa se había vuelto demasiado elegante. Necesitaban algo sobresaturado, audaz y brillante, no un tono salmón. Nada en la película debe sentirse “como un adulto que le dice a un niño pequeño: ‘No hables demasiado alto. No mastiques con la boca abierta’. Queríamos que fuera esa exuberancia de usar el color más brillante de la caja”.

Pero no solo la sensibilidad de los niños juega un rol en Barbie. A la madre de Gerwig no le entusiasmaban las muñecas, por lo que en su mayoría llegaban a la casa como regalos de segunda mano. Incluso, mientras la directora recopilaba la experiencia íntima de Barbie que se encuentra en toda la película (un personaje está haciendo splits constantemente, como representando un recuerdo sensorial de la habilidad de estas muñecas para abrir las piernas en una extensión de 180 grados), también estaba absorbiendo la crítica. “La que siempre me pareció más punzante fue que si fuera un ser humano, Barbie no podría mantener la cabeza erguida”, recuerda. El cuello de Barbie es, según la mayoría de las estimaciones, demasiado delgado para sostener su cráneo. (La que siempre recuerdo es la leyenda de que si Barbie fuera real, tendría que gatear sobre sus cuatro extremidades, agobiada por sus enormes senos). “Si estás caminando”, dice Gerwig, “felicidades, no te pareces a Barbie”.

Gerwig entiende tanto el amor como el odio por Barbie, pero para muchos otros, la muñeca sigue siendo una proposición tan radical como ser/ o no ser: o es feminista o realmente, realmente, no lo es. Los argumentos de que es feminista incluyen el hecho de que ha tenido su propia Casa de los Sueños desde 1962, cuando a las mujeres se les negaba habitualmente las hipotecas y las tarjetas de crédito. Fue a la luna varios años antes que Neil Armstrong y, a diferencia de cualquier mujer estadounidense de la vida real, ha sido presidenta. Pero un par de años después de convertirse en propietaria de una casa, apareció la Slumber Party Barbie, una muñeca lista para una fiesta de pijamas que venía con una báscula marcando 50 kilos y un manual titulado Cómo perder peso, con instrucciones como: “No comer”. (Quizás la película de Barbie más famosa antes de la de Gerwig fue el cortometraje Superstar: The Karen Carpenter Story, de Todd Haynes, que usó muñecas para representar una película biográfica sobre la cantante, quien murió en 1983 por complicaciones ocasionadas por la anorexia). Durante décadas se lanzaron otras Barbies desafortunadas, como la memorable Teen Talk Barbie que fue programada para decir: “¡La clase de matemáticas es difícil!”.

‘Estoy haciendo la cosa y subvirtiendo la cosa”.

Más holísticamente, Barbie era aborrecida por las feministas de la segunda ola como una personificación ineludible, blanca, rubia, imposiblemente delgada, imposiblemente producida y glamorosa de la mirada masculina que se impone a generaciones de niñas como la mujer que deberían aspirar a ser. Gloria Steinem ha dicho que Barbie “era prácticamente todo aquello de lo que el movimiento feminista intentaba escapar”. Una consigna resonaba en una marcha por la igualdad de mujeres en 1970: “No soy una muñeca Barbie”.

Cuando Robbie contactó a Gerwig para que escribiera la película, los parámetros eran extremadamente amplios: podía hacer lo que quisiera. (Una cosa que realmente quería hacer era trabajar con Robbie, quien, dice, termina las reuniones preguntando: “‘¿Alguien tiene algo que realmente odie o que realmente le moleste y quiera mencionar en este momento?’. Ella simplemente embiste al peligro”. Cuando Gerwig cita a Robbie, lo hace con un acento australiano que le sale bien). Pero, a pesar de que Mattel estaba involucrada, la película no podía ser solo una propaganda de Barbie. Tendría que tratar todo el alcance de la conversación. “La gente dice: ‘Bueno, ¿cuál es la historia de Barbie?’”, recuerda Gerwig. “La historia de Barbie es la pelea que se ha desatado por Barbie”.

Cuando comienza la película, la Barbie de Robbie se despierta en su Casa de los Sueños y saluda alegremente a todas las demás Barbies en sus Casas de los Sueños, lo que puede hacer porque ninguna de estas casas tiene paredes. (Las Barbies no tienen nada que esconder, y ningún lugar donde esconderlo si lo tuvieran). Barbielandia es una “barbiarquía” multicultural: la presidenta es una Barbie y también lo son las juezas de la Corte Suprema, las ganadoras del Premio Nobel, las pilotos, las médicos y las que trabajan en construcción. Los Kens, por el contrario, tienen un solo empleo, frustrantemente mal definido como “la playa”, donde animan y compiten con la esperanza de hacerse notar. Las Barbies saben que son muñecas, que Mattel las creó, que hay un mundo real donde las niñas juegan con ellas, pero por lo demás son alegremente indiferentes. En Barbielandia, cada día es un buen día y cada noche es una noche de chicas. Se imaginan que el mundo real es como su mundo y que nos han ayudado a resolver todos nuestros “problemas de igualdad de derechos y feminismo”.

Luego vienen esos molestos indicios de mortalidad. Más tarde, aparece una mancha de celulitis en el muslo de Barbie. Sus pies naturalmente listos para tacones altos caen y se vuelven planos. A Barbie le dicen que estos “fallos” probablemente son el resultado de que alguien en el mundo real juega demasiado con ella, y aunque no quiere salir de Barbielandia para investigar, realmente no quiere tener celulitis. Entonces, con Ken y sus patines en el asiento trasero, y la radio sonando a todo volumen con el himno acústico de 1989 de las Indigo Girls “Closer to Fine” (una canción que a Gerwig le encanta ya que creció entre “cristianos hippies” en una iglesia unitaria), conduce su convertible rosa hacia la realidad, esperando un abrazo y un agradecimiento de las mujeres de Estados Unidos. En cambio, una adolescente altiva la recibe con un sermón franco y brutal: Barbie, la personificación plástica de “ideales físicos irreales, capitalismo sexualizado y consumismo desenfrenado”, ha estado haciendo que las mujeres se sientan mal consigo mismas desde que fue inventada.

En la película, las “fallas” del cuerpo de Barbie, como tener pies planos y la aparición de celulitis, la impulsan a dejar Barbielandia e investigar.
Credit… Warner Brothers Pictures.

“En realidad pensé en esto como un viaje espiritual”, dice Gerwig. Las Barbies viven en un mundo que tiene “el consuelo del fundamentalismo”; no hay muerte, envejecimiento o vergüenza, y “nunca tienes que preguntarte qué estás destinado a hacer”. Pero, la celulitis se desliza en el paraíso. La idea de que “no vas a seguir el camino que se ha trazado para ti”, dice Gerwig, “viene con una buena cantidad de terror”. Las resonancias no solo son religiosas: este es, como en gran parte del material de Gerwig, el arco de la madurez.

Gerwig rebosa de referencias e influencias, muchas de las cuales reunió para hacer que la película fuera “auténticamente artificial”, con todo “falso, pero realmente falso”, fingido y, sin embargo, tangible, táctil, como jugar con un juguete real. Llamó a Peter Weir, el director de The Truman Show, para preguntarle cómo “ejecutar algo que es artificial y emocional al mismo tiempo”. Trató de canalizar musicales como Los paraguas de Cherburgo y Cantando bajo la lluvia, que Gerwig cree que hacen lo mismo. Muchos de los efectos especiales se basaron en las técnicas analógicas de 1959, un año elegido porque fue cuando se lanzó Barbie. Las sirenas Barbies que vemos chapoteando detrás de las olas de plástico al estilo de Jeff Koons están siendo izadas por una plataforma como un subibaja. La extensión azul que se cierne sobre Barbielandia no es una pantalla verde; es un vasto telón de fondo de cielo pintado.

Barbie tiene un mayor alcance, presupuesto y audiencia potencial que cualquiera de los trabajos previos de Gerwig. Esto fue parte de su atractivo: Gerwig ha estado expandiendo su horizonte, intencionalmente. Sin embargo, sigue centrada en personajes que van pasito a pasito hacia la adultez (su próximo proyecto es una adaptación de Netflix del universo de Narnia). Las protagonistas que interpretó en Frances Ha y Mistress America, colaboraciones con Baumbach, probablemente harían comentarios maliciosos sobre un éxito de taquilla como Barbie, pero ellas también estaban descubriendo quiénes eran. También lo fueron las heroínas del debut como directora de Gerwig, Lady Bird, vagamente inspirada en su propia infancia en Sacramento, y su continuación, Mujercitas, basada en su libro favorito de la infancia.

Barbie también es una historia sobre crecer, solo que la figura que llega a la mayoría de edad es una pieza de plástico completamente desarrollada. “Mujercitas” habría sido un buen título alternativo para esta película. Lo mismo que “Madres e hijas”, el título provisional de Lady Bird. Para Barbie, como en esas otras dos películas, crecer es un asunto matriarcal. Es algo que haces con tu madre, tus hermanas, tus tías. O, en el caso de Barbie, con las mujeres entrelazadas a lo largo de su historial de productos.

Al principio, estuvo Ruth Handler, escuchando a escondidas a su hija, Barbara, jugando con muñecas de papel. Mientras la pequeña Barbie Handler y una amiga vestían los recortes con diferentes atuendos, imaginaban sus carreras y personalidades. La idea bastante feminista de su madre era que no había muñecas tridimensionales que permitieran a las niñas explorar cómo ser mujeres adultas, solo muñecas bebés que las animaban a practicar la maternidad.

Handler y su esposo, Elliot, ya dirigían Mattel, una empresa de juguetes que fundaron en su garaje de California en 1945. Ella administraba el negocio y él creaba los juguetes. Su propuesta de una muñeca que no fuera un bebé se estancó hasta que, mientras viajaba por Suiza, se encontró con un prototipo potencial. La Bild Lilli era un juguete novedoso, inspirado en una rubia ambiciosa y descarada de una tira cómica de Alemania Occidental, que podía usarse para adornar el automóvil de un hombre adulto, como un guardabarros con una silueta Playboy. Handler se llevó algunas a Estados Unidos como prueba de concepto. Los fabricantes, minoristas e incluso Mattel no estaban seguros de que las madres comprarían a sus hijas un juguete con una figura tan despampanante, pero un famoso consultor de mercadeo freudiano aconsejó a la compañía que las madres podrían ser convencidas si pensaban que Barbie estaba enseñando un comportamiento apropiado. Era posible que no les gustara su precocidad sexual, pero la tolerarían gracias a su feminidad prevaleciente.

En 1959, Barbie, una “muñeca adolescente a la moda”, para niñas de 8 a 12 años, debutó con un traje de baño blanco y negro. Pronto sería editora de moda, enfermera, azafata, “ejecutiva” y astronauta, cada una con un atuendo elaborado a detalle, hasta con cremalleras en miniatura. Los clientes querían que tuviera novio y, en 1961, se presentó a Ken, que lleva el nombre del hijo de los Handlers (los vestidos de novia están a la venta desde 1959). Ahora los clientes querían que Barbie tuviera un bebé.

Ruth Handler, creadora de Barbie, en 1961
Credit…vía Mattel Inc.
Las niñas pequeñas pueden hacer que las Barbies jueguen a ser madres sin problemas; casi cualquier juguete sirve, incluida la misma Skipper de Mattel, aunque se supone que es la hermana menor de Barbie. En todos los cientos de juegos de Barbie que se han fabricado, ¿habría alguno con un hijo de la muñeca que realmente habría cambiado la fantasía? Pero Handler era una mujer de negocios con una relación complicada con ser ama de casa —“¡Ay, fue horrible!”, es una cita directa de la empresaria— y tenía la insistencia de alguien que al parecer no sobrevaloraba la crianza de los hijos, por lo que se mantuvo firme. En 1963, el mismo año en que se publicó La mística de la feminidad, Mattel lanzó “Barbie niñera”. Que Barbie nunca haya tenido un hijo sigue siendo una de sus características más radicales.

Mattel tuvo sus problemas a lo largo de los años: Ruth Handler renunció después de irregularidades financieras que generarían cargos de la Comisión de Bolsa y Valores (tenía un segundo trabajo fabricando prótesis mamarias para sobrevivientes de cáncer), y en la década de 1980 la compañía recibió una inyección de efectivo del rey de los bonos basura Michael Milken, pero fue en el nuevo milenio cuando Barbie enfrentó amenazas existenciales. Es decir, las madres comenzaron a desertar. Primero surgió una competidora genuina: las muñecas Bratz vestían provocativamente, en su mayoría se preocupaban por ir de compras y tenían sus propias proporciones extrañas, pero eran atrevidas, divertidas y multiétnicas. (Barbie había introducido las Barbies negra, hispana y “oriental” en 1981, pero seguían siendo secundarias frente a la muñeca rubia en la que todos pensamos cuando cerramos los ojos para imaginar una Barbie). Según algunas estimaciones, Bratz se quedó con alrededor de un tercio de la cuota de mercado de Barbie antes de ser paralizada por el litigio de Mattel.

En 2015, después de años de cifras decrecientes, Barbie alcanzó su volumen de ventas más bajo en un cuarto de siglo. Un estudio psicológico reveló que después de jugar con Barbies, las niñas se consideraban menos capaces de desempeñar varias profesiones en comparación a lo que sucedía cuando jugaban con la Sra. Cara de Papa. Los propios hallazgos de Mattel fueron nefastos: los clientes pensaban que la muñeca era superficial, materialista, demasiado perfecta y que no reflejaba el mundo que la rodeaba. Las madres no se sentían cómodas regalando una Barbie en una fiesta de cumpleaños. Nunca había habido tanto miedo, entre las personas que la protegen, de que Barbie pudiera estar cayendo en la irrelevancia.

Así que Mattel hizo algo que nunca había tenido que hacer: cambió. En 2015, comenzó a lanzar 100 tonos de piel, texturas de cabello, formas de cara y colores de ojos diferentes, y cuatro tipos de cuerpo para la muñeca insignia, que ahora viene en original, con curvas, pequeña y alta. Desde entonces se ha lanzado al mercado una Barbie con vitíligo, una Barbie con síndrome de Down, una Barbie calva y muchas otras, además de una serie basada en mujeres inspiradoras como Rosa Parks, Maya Angelou y Billie Jean King.

A medida que cambió Mattel, quedó claro que el mundo que rodeaba a Barbie también había cambiado. Años de feminismo corporativo, jefas mujeres y poder femenino habían desbaratado la crítica de la segunda ola; ahora las feministas podían parecerse a cualquier cosa, y algunas optaron por parecerse a Barbie. La clásica muñeca rubia sigue siendo un éxito de ventas, pero una vez que fue inclusiva y aspiracional, apareciendo en cortos animados para decirles a las jóvenes que disculparse demasiado “es un reflejo aprendido, y cada vez que lo hacemos, nos quita la confianza en nosotras mismas”, todo el asunto del exceso de feminidad dejó de ser un problema. Las madres comenzaron a regresar al redil.

‘La historia de Barbie es la pelea que se ha desatado por Barbie’

Cuando Gerwig visitó la muy rosada sede de Mattel en El Segundo, California, en octubre de 2019 para una “inmersión en la marca”, se enteró de estos cambios por primera vez. También se enteró de que, a diferencia de cuando era niña, ya no había personajes amigos en el universo Barbie. “Todas estas mujeres son Barbie, y Barbie es todas estas mujeres”, recuerda que le dijeron los ejecutivos. Lo mismo pasó con Ken. “¡Pero esto es extraordinario!”, recuerda Gerwig. “¡Lo que han hecho es un trabajo espiritual muy elevado! Es como tropezarte con un poco de poesía, la individualidad está contenida en todas esas personas”.

Gerwig se rió cuando me dijo esto, pero no se reía de lo que me estaba diciendo, que es precisamente el tono de Barbie. Al trabajar en la secuencia en la que el pie de tacón alto de Barbie se vuelve plano, Robbie le preguntó a Gerwig cómo interpretar ese momento: ¿Es una sacudida? ¿Es doloroso? Y la directora le dijo: “Conoces ese sentimiento en el que dices: ‘¿Eh, acabo de tener mi período?’. Bueno, pon esa cara”. Robbie, como todo lo demás en la película, es perfectamente artificial y completamente genuina al mismo tiempo, atónita por su cuerpo que está fallando y las emociones retorcidas que lo acompañan. Cuando les muestra sus pies a sus amigas, una grita: “¡Pies planos!”, como una rana que entra en pánico, y todas las Barbies comienzan a tener arcadas, con un disgusto intenso e hilarantemente exagerado. (La única razón por la que no vomitan es que Gerwig y sus colegas decidieron que no hay líquidos en Barbielandia). “Si nos burlamos de eso, se desmorona”, dice Gerwig. “Tenemos que ser totalmente sinceros”.

Muñecas Barbie en la Feria del Juguete de Nueva York en 2020
Credit…SIPA USA/Alamy.

Alguien más cínico que Gerwig podría haberse sentido menos conmovido por la epifanía corporativa de Mattel, a los 60 años de existencia, de que Barbie podría mantener una talla 6, pero resulta claro que el cinismo no es el camino de Gerwig. Después de ver Desmontando a Barbie, el documental de 2018 que relata la transformación de la muñeca desde el interior de Mattel, se quedó prendada de lo ansiosas que estaban las empleadas antes de la revelación pública de las actualizaciones de Barbie. “Es tan asombroso que hayan hecho estos avances y, sin embargo, existe este obstáculo imposible de contradicciones que tienes que estar enfrentando todo el tiempo”, dice. “¿Lo cambiaron de la manera correcta? ¿Lo hicieron bien? ¿Fue lo suficientemente bueno?”, Gerwig quería centrarse en este sentimiento, que la feminidad moderna es la experiencia perpetua de no cumplir con los estándares de alguien, incluidos los propios, y darle la vuelta. “Si Barbie ha sido un símbolo de todas las formas en que no somos suficientes, lo único que tenía sentido que abordara la película era: ¿Cómo podríamos convertirlo en suficiente?”.

Después de que Barbie es confrontada por esa adolescente del mundo real, está mucho más angustiada que cuando se fue de Barbielandia. Se creía adorada, pero en realidad es despreciada, cosificada, impotente. Esto es mucho para una muñeca, pero la táctica de la película es señalar lo que está en juego para una mujer. El filme elude cualquier papel que Barbie pueda desempeñar en la perpetuación de una feminidad estrecha e idealizada; en cambio, le da a esta Barbie un curso intensivo de misoginia moderna. Después de décadas de preocuparse porque las niñas quisieran ser tan perfectas como Barbie, Gerwig presenta una Barbie que lucha por ser tan resistente como nosotras. Este es el truco de magia más atrevido de la película. Barbie ya no es un avatar de la insuficiencia de las mujeres, una proyección de todo lo que no somos; en su lugar, se convierte en un reflejo de lo difícil ―pero valioso― que es ser todo lo que somos.

Otras mujeres ayudan a Barbie a navegar por su complicada y nueva existencia. Algunas ya están incrustadas en su historia: Ruth Handler (Rhea Perlman); una madre que jugaba con Barbie (América Ferrera); la hija que heredó esas Barbies (Ariana Greenblatt). Pero una es una extraña, una mujer en la que Barbie se fija mientras se sienta en un banco, recomponiéndose. Es un tipo de mujer que nunca antes había visto, porque no hay ancianas en Barbielandia. Esta mujer es interpretada por la diseñadora de vestuario Ann Roth, de 91 años, ganadora de un Oscar y amiga de Gerwig. (“¿Tienes muchas amigas que tienen como 90 años? Yo sí, extrañamente. Tengo tres amigas reales, no amigas a medias, que ahora tienen 91, 90 y 91 años”). Cuando Barbie la mira, la encuentra hermosa y así se lo dice. La mujer ya lo sabe. De repente, Barbie, la tensa figura aspiracional, ha contemplado a alguien como quien podría ella aspirar a ser, y es una nonagenaria radiantemente satisfecha, leyendo un periódico en un banco de Los Ángeles, muy consciente de lo que vale.

“La idea de un Dios amoroso que es una madre, una abuela, que te mira y dice: ‘Cariño, lo estás haciendo bien’, es algo que siento que necesito y que quería darles a otras personas”, dice Gerwig. Cuando se sugirió que esta escena, que Gerwig llama una “transacción de gracia”, podría cortarse por tiempo, recuerda haber pensado: “Si corto esa escena, no sé por qué estoy haciendo esta película. Si no tengo esa escena, no sé qué es o qué es lo que he hecho”.

A la mitad de Barbie, un empleado de Mattel recibe una llamada telefónica del FBI: una Barbie anda suelta. Una cosa lleva a la otra, y Barbie se encuentra a sí misma corriendo, como en una comedia de acción, a través de la sede de Mattel, con todo el cuerpo ejecutivo de la compañía persiguiéndola, ansiosa por meterla de nuevo en una versión de tamaño real de la caja rosa en la que vienen las nuevas Barbies.

Si bien esta pieza se debe a la astuta imaginación de Gerwig y Baumbach, también le debe algo a Mattel. Esta es una corporación que históricamente ha sido tan protectora con Barbie que demandó a la banda Aqua por el éxito pop “Barbie Girl”. Ahora hay una colaboración de Nicki Minaj y Ice Spice que samplea “Barbie World” en la banda sonora de Barbie. ¿Cómo pasa una empresa de repartir cartas de cese y desistimiento a satirizarse a sí misma?

Al igual que con el gran cambio de imagen de Barbie de 2015, la respuesta tiene que ver con la supervivencia. Después del giro de Barbie, la marca estaba en mejores condiciones, pero su empresa matriz no. En 2018, Mattel perdió 533 millones de dólares. Los ingresos se habían desplomado en 2000 millones de dólares en cinco años, y la empresa había tenido tres directores ejecutivos. El cuarto fue Ynon Kreiz, un hombre de negocios nacido en Israel con una sonrisa blanca y reluciente, total disciplina en sus mensajes y un historial de trabajo en el entretenimiento, no en los juguetes. Kreiz tuvo una visión de cambio: Mattel se reestructuraría, reduciría costos y dejaría de ser una empresa de juguetes. “Solíamos pensar en nosotros mismos y presentarnos como una empresa manufacturera”, me dijo. “La especialidad era: hacemos artículos. Ahora somos una empresa de propiedad intelectual que gestiona franquicias”.

Si estos son puntos a tener en cuenta en los negocios, también son la razón por la que existe esta película. Mattel ha creado el tipo de entretenimiento predecible que hace una empresa de juguetes: material sencillo a favor de Barbie, como exitosos programas animados para niños. Pero cuando Kreiz se hizo cargo, ese tipo de propaganda no estaba teniendo el alcance necesario. Él y sus colegas ahora dicen las mismas cosas una y otra vez. Que Barbie no es un juguete; ella es un icono de la cultura pop. Que no tiene clientes; ella tiene fans. Si te tomas eso en serio, entonces sabes cómo proceder. Un ícono que quiere permanecer en el centro de la cultura no puede seguir sacando lo mismo y demandando a cualquiera que se burle. Tiene que mantenerse al día.

Entonces, seis semanas después de empezar en su cargo, Kreiz se reunió con Margot Robbie, quien había estado pendiente de los derechos de Barbie y cuya productora tenía una relación con Warner Brothers. También contrató a un veterano productor de cine, Robbie Brenner, que había hecho películas como El club de los desahuciados, para dirigir las películas de Mattel. Desde entonces, Brenner ha reunido una lista maestra de 45 propiedades de Mattel que podrían adaptarse al cine, incluidas Hot Wheels, He-Man, Polly Pocket y Uno; varios están actualmente en desarrollo, con talentos que incluyen a Tom Hanks, Daniel Kaluuya y Lena Dunham.

Como Kreiz se apresura a señalar, el uso de la propiedad intelectual para impulsar un negocio no es una estrategia original. Mira a Disney, una empresa de derechos de autor que vende montones de juguetes. (Mattel, a pesar de que ya no se considera como una “empresa manufacturera”, tiene el contrato para producir los juguetes de las Princesas de Disney). El proyecto más parecido a Barbie es La gran aventura Lego, que ha recaudado 468 millones de dólares. (También presenta juguetes que tienen en cuenta las formas en que se juegan). Basta con ver lo que ha hecho Hasbro con la franquicia Transformers (mientras evitas mirar Batalla Naval). La misma Mattel, antes de la llegada de Kreiz, ya era un ejemplo. Desde 2009 había estado desarrollando una película de Barbie, con Universal y luego Sony, cuando la empresa permitió que Barbie apareciera en Toy Story 3 de Pixar. Pero el proyecto siempre fracasó, incluso con talentos como Anne Hathaway y Amy Schumer adjuntos. En el guión de Schumer, Barbie era una inventora expulsada de Barbielandia por no ser lo suficientemente perfecta. Schumer ha dicho que sabía que el proyecto de Sony no funcionaría después de que recibió una nota que sugería que el invento que exiliaría a Barbie deberían ser unos tacones altos hechos de gelatina.

A pesar del intento de Mattel de adoptar una actitud corporativa muy fresca y relajada para la Barbie de Gerwig, todavía hubo muchas burlas internas. Hubo consternación por las insinuaciones sobre la orientación sexual de Ken, y no es que no se dieran cuenta de que la película bromeaba sobre el liderazgo masculino de la empresa. (Will Ferrell, que interpreta al director ejecutivo, se defiende a sí mismo como “el sobrino de una tía”). “Oh, Dios mío, sí que tuve ansiedad”, dice Richard Dickson, presidente y director de operaciones, que ha estado en la empresa durante casi 20 años. Cuando leyó la parte del guión en la que la adolescente critica a Barbie, dice, estaba seguro de que tenía que ser diferente. Habían trabajado mucho para dejar atrás esta crítica; ¿por qué mencionarla? Después de semanas de discusión, se acercó a Gerwig. Él y un grupo de ejecutivos volaron a Londres, donde se estaba filmando la película. Dice que su actitud al llegar fue “como: ‘¡Esta página se tiene que cambiar! ¡Podemos reescribirla aquí mismo!’”. Pero después de ver a Gerwig y Robbie leer la escena, dijo se sintió “muy avergonzado”. Se dio cuenta de que reconocer la crítica y avalar la crítica, no era lo mismo. Una cosa es insultar a una muñeca de plástico vendida por una corporación gigantesca, pero otra muy distinta es arrojar esas palabras a la cara, y los ojos bien abiertos, de Margot Robbie. Gerwig literalmente ha humanizado a Barbie. Y Barbie, la ingenua de gran corazón, se echa a llorar por todas las cosas inesperadamente duras que los humanos piensan sobre ella.

America Ferrera, Greta Gerwig y Margot Robbie en el estreno de Barbie en Seúl este mes
Credit…Chung Sung-Jun/Getty Images.

En Mattel, todos adoran la película. La están usando para expandir a Barbie, el ícono, no solo el producto, en todo el mundo. Esta película es una exhibición abundante y amorosa de muñecas, accesorios, atuendos, lanchas rápidas y bicicletas tándem; hay un desfile de muñecos de vida efímera en la historia de Barbie, como el Ken que traía un arete en la oreja izquierda, y la Barbie con un televisor incrustado en la espalda, y una Skipper cuyos senos crecían cuando movías sus brazos. Sin embargo, muchos de estos artículos no están disponibles en ningún otro lugar que no sea eBay. La película es el sueño del posicionamiento de productos pero no puedes comprar muchos de los artículos que te muestra. Es del concepto Barbie de lo que no puedes escapar: el color rosa Barbie, la comercialización de la película, productos relacionados con la muñeca, alianzas y licencias del uso de la marca para alfombras, velas, esmalte de uñas, yogur helado, flotadores de piscina, seguros y consolas de videojuegos.

Esta es la apuesta: que una buena película generará sinergias de un número casi infinito de marcas. Hará que otros talentos deseen trabajar en el universo cinematográfico de Mattel. Ampliará el atractivo demográfico de Barbie. Limpiará la muñeca y su mundo ante los detractores y aquellos que aún están indecisos. Hará que Barbie sea tan omnipresente que los niños se volverán hacia los adultos en su vida y dirán: “Quiero una Barbie”, y los adultos no sentirán rechazo. Kreiz lo tiene muy claro: si la película funciona, venderá juguetes. Solo que eso no podía ser el punto de partida. La gente lo notaría. Así que Mattel dejó que Gerwig jugara con su propiedad estrella, burlándose de la nave nodriza corporativa y guiñando un ojo cuando se refiere a la orientación sexual de Ken y, a cambio, obtuvo una película que debería cumplir sus propósitos mejor que cualquier anuncio.

Hemos llegado hasta aquí sin prestarle atención a Ken, lo que es exactamente el dilema de Ken. Mientras trabajaba en este artículo, tenía libros de Barbie esparcidos por la casa, y cada vez que mi hija de 6 años veía una foto de Ken, empujaba el libro con disgusto y decía: “¡GUIIIUUUUUU, KEN!”. Cuando Gerwig habló por primera vez con Ryan Gosling sobre interpretar el papel, él le dijo que sus hijas tenían un solo Ken y que una vez lo encontró debajo de un limón podrido. Ambas cosas son muy Ken.

En el mundo de los espejos de la casa de la diversión que es Barbielandia, las Barbies tienen todo el poder y los Kens son sus accesorios. No es por querer ser demasiado franca, pero: los Kens son las mujeres de Barbilandia. Solo que nadie los está cosificando, porque nadie tiene los genitales para hacer que la lujuria sea una cosa. De todos modos, a Ken le gustaría un casto beso de buenas noches, pero Barbie prefiere que se vaya, así que siempre lo hace. Cuando Ken consigue un aventón hasta el mundo real, su experiencia es tan reveladora como la de Barbie. Aprende lo difícil que es ser mujer. Aprende lo maravilloso que es ser un hombre. Ken recibe una inmersión en el patriarcado.

Gosling pasó un año objetando el papel. “Hubo momentos en los que estaba seguro de que no iba a participar en la película”, recuerda. “Llamaba a mi agente y le preguntaba quién iba a interpretar a Ken. Y ellos decían: ‘Greta dice que tú’”. Finalmente, se comprometió: “Al final, ella estaba más segura de que debería interpretarlo, que yo de que no debería”. Durante ese año de charlas y la preparación que siguió, quedó claro que Ken necesitaba un ritmo adicional, algo de catarsis que no estaba en el guión. Si estás haciendo una película que trata de tomar en serio las contradicciones de la feminidad moderna y tienes un personaje en tu película que no puede definirse a sí mismo o comprender su propio valor, un personaje que patea la arena todo el día con la esperanza de que alguien con poder lo mire: debes tomarte esa situación en serio, incluso si el personaje es masculino. No tienes que hacer esto porque Mattel o Warner Brothers insistan. Tienes que hacer esto porque la película lo exige.

Entonces quedó claro: Ken necesitaba un número de baile de ensueño. (Gerwig se encoge de hombros: “Me gustan los números de ballet y me gustan las madres”). La directora tiene la costumbre de referirse a Barbie como un musical, y eso no es del todo inexacto: tiene una banda sonora de canciones pop originales, supervisada por Mark Ronson, y otro gran número de baile coreografiado además de Ken. Gerwig proyectó musicales para todo el elenco, y piensa en los ejecutivos de Mattel en la película como algo parecido a bailarines de claqué de la década de 1930 vestidos con esmoquin. Pero solo hay un personaje que estalla en una poderosa balada, y es Ken. “Solo soy Ken/ En cualquier otro lugar sería un 10”, se lamenta Gosling, mientras se dirige a una batalla en la playa de Ken contra Ken que conduce a un ballet de ensueño de Ken con Ken que finalmente le permite a Ken darse cuenta de que él es suficiente, o “Kenough” (como le llaman en la película, haciendo un juego con la palabra enough que significa “suficiente” en inglés).

No es una coincidencia que el momento que Gerwig destacó como el que siempre la sorprende, el que la hace pensar “¿por qué nos dejaron hacer esto?”, es el que involucra a los Ken montando sus caballos invisibles hacia sus Mojo Dojo Casa Houses, después del número de ballet, después de haber irrumpido en la playa de Barbielandia y peleado con palos de lacrosse y flechas con ventosas. Es en esos momentos cuando la película ha traspasado por completo los límites de todo lo que una película de Barbie necesitaba hacer, superando la crítica y la subversión de la crítica, y volcando, eludiendo, burlándose y abrazando la crítica, para lanzarse en su propia órbita. Se ha logrado el despegue. Ken se ha escapado momentáneamente con la historia.

Barbie es un esfuerzo gigantesco con cientos de partes interesadas y miles de detalles, cada uno de los cuales ha sido pensado hasta la obsesión. (¡Ni siquiera les he contado sobre los siete soles de Barbielandia para que nadie esté nunca en la sombra, o el chaleco de cuero negro con flecos y la riñonera de Ken con “Ken” estampado con la misma fuente del nombre de la banda Metallica!). Esta película es una inmensa y llamativa tienda de verano que ha sido perfeccionada al detalle hasta convertirla en un trago de delicioso entretenimiento que cumple todos sus objetivos. Pero lo sorprendente de Barbie no es que logre la difícil tarea de hacer todo lo que tenía que hacer; es que hace algo que no necesitaba en absoluto: se siente como si hubiera sido hecha por una persona real.

Credit…Inez and Vinoodh para The New York Times.

Y esa persona se sale con la suya, una y otra vez, en este filme. Como cuando Barbie destaca el “consumismo desenfrenado” como un pecado y luego hace que cada pieza de plástico brille tan magníficamente que parece que la gran mancha de basura del Pacífico podría valer la pena. O en el hecho de que Barbielandia está llena de defectos insidiosos, es literalmente un panóptico y, sin embargo, venderá mil millones de Casas de los Sueños. Además, la película insiste en que todas las personas son hermosas pero no contiene a nadie ni siquiera un poco simple. La película les habla directamente a las mujeres, en particular a las madres, sobre la imposibilidad de la perfección, para que podamos sentirnos bien al comprar Barbies perfectas para nuestros bebés. Pero quizás lo más inesperado es que al final de esta película, que muy probablemente glorificará a esta muñeca para las generaciones venideras, Barbie se hace eco de quienes la critican. Como aquellas feministas de la década de 1970, ella no quiere ser una muñeca de plástico perfecta, por difícil que sea vivir fuera de una caja.

Gerwig ama a Barbie, pero sabe que Barbie ha hecho que la gente se sienta mal, como si no estuvieran a la altura. Y por eso ha hecho esta carta de amor de 113 minutos que también es un intento serio de hacer las paces con Barbie. Esto es lo más subversivo de la película, esta noción extratextual de que Barbie podría tener cosas que enmendar. No hay ninguna razón por la que Gerwig en particular deba ser la que intente hacer las paces, excepto que ella quería tomar una marca de juguetes inmensa y divisiva con el fin de adaptarla para que cumpliera con el propósito sincero, y contracorriente, de hacer que las mujeres se sientan bien.

Un testimonio de la singular seriedad de Gerwig ―un nivel de sinceridad que no está al alcance de muchos de nosotros― es que el hecho de utilizar a Barbie para afirmar la valía de las mujeres corrientes le parezca algo casi religioso. Me contó que, cuando era niña, los amigos más íntimos de su familia cristiana eran judíos observantes; iban de vacaciones juntos y constantemente visitaban las casas de los demás. También comía con ellos los viernes por la noche para la cena de Shabat, donde se cantaban bendiciones en hebreo, incluso con los niños en la mesa. Que Dios te bendiga y te proteja. Que Dios te muestre favor y sea misericordioso contigo. Que Dios te muestre bondad y te conceda paz. Todos los viernes, el padre de la familia ponía su mano sobre la cabeza de Gerwig, tal como lo hacía con sus propios hijos, y la bendecía también.

“Recuerdo tener la sensación de, ‘sean cuales sean tus logros y fracasos durante la semana, lo que sea que hayas hecho o dejado de hacer, cuando vienes a esta mesa, tu valor no tiene nada que ver con eso’”, me dijo Gerwig. “‘Tú eres un hijo de Dios. Pongo mi mano sobre ti y te bendigo como hijo de Dios en esta mesa. Y ese es tu valor’. Recuerdo sentirme tan segura en ese momento y sentirme tan suficiente”. Ella imagina a las personas yendo al templo de las películas para ver Barbie en un caluroso día de este verano, sentadas en la oscuridad con aire acondicionado, sintiéndose transportadas, riendo, tal vez llorando, y luego saliendo al calor brillante. “Quiero que la gente se sienta como yo en la cena de Shabat”, dijo. “Quiero que sean bendecidos”.

Nota de

Estilismo: Valentina Collado; estilismo de utilería: Ariana Salvato; pelo: Rutger; maquillaje: Francelle Daly; vestuario: Isabel Marant, La Fila, Proenza Schouler.

Willa Paskin es escritora y presentadora del podcast Decoder Ring, una serie narrativa de Slate sobre cómo descifrar misterios culturales.

Inez y Vinoodh son fotógrafos de arte y moda que trabajan juntos desde hace 37 años.

Foto de portada: Jaap Buitendijk.-