«Me rinde más trabajar medio tiempo acá que ser jefe de área en la Argentina». Cuando habla con el bolsillo, para Tomás Luzzani es irrefutable: le conviene vivir en Dinamarca. Pero no es solo eso. «Copenhague para mí es una puerta a una vida feliz», dice este joven de 31, que se mudó al país «menos corrupto del mundo» en diciembre del año pasado.
Como Tomás, director de cine, cada vez más argentinos eligen este país escandinavo como su hogar, por lo menos temporalmente. La mayoría lo hace a través del programa Working Holiday («vacaciones de trabajo»), que -a partir de un acuerdo bilateral- les da un permiso residencia por un año a menores de 30 años para que viajen de un país a otro con el objetivo de «experimentar la cultura y el modo de vida de cada uno» mientras trabajan para cubrir los gastos de la travesía.
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